Restauración versus Rehabilitación
19 abril, 2023
En el segundo tercio del siglo XIX aparece la polémica entre RESTAURACIÓN y CONSERVACIÓN:
Entre los “restauradores” se afianzan las teorías de Viollet le Duc, que defiende la necesidad de recuperar los edificios antiguos, especialmente los medievales, para darles continuidad de uso. Consideran que la “utilidad” del edificio es la base de su belleza arquitectónica y que el edificio es un organismo vivo y útil que hay que mantener en uso para disfrutar de él. Para ello proponen el uso del estilo, las técnicas y los sistemas constructivos originales, aunque puedan incorporarse materiales y técnicas constructivas del momento.
Enseguida surge la reacción de los “conservadores”, siguiendo a John Ruskin con su conocida frase: “No tenemos derecho a tocar los monumentos del pasado porque no nos pertenecen”. Defienden una visión arqueológica que considera los monumentos como “documentos históricos” que se deben mantener libres de toda nueva intervención arquitectónica, respetando las variaciones que se han ido incorporando a lo largo de su historia, así como los deterioros que el tiempo y el uso han producido. Sólo se aceptan las actuaciones que conducen a la “conservación” del monumento para su permanencia, sin importar su funcionalidad.
Estas dos posturas tan radicales se suavizaron en la primera mitad del siglo XX, llegándose a un consenso esperanzador entre arquitectos e historiadores gracias a diversas reuniones internacionales (Cartas de Atenas y de Venecia). Ello permitió llevar a cabo intervenciones muy importantes de monumentos reconocidos. Como ejemplo clásico podemos destacar la restauración de la Alhambra de Granada.
No obstante, en el último tercio del mismo siglo apareció una nueva polémica: RESTAURACIÓN versus REHABILITACIÓN
Por un lado, los “restauradores”, que quieren mantener el monumento como vestigio de la historia. La RESTAURACIÓN como una intervención historicista, con tres aspectos básicos: valor histórico y artístico del edificio, sobre todo en los monumentales; mantener el “aspecto” (valor escultórico); usar materiales y técnicas originales.
Por otro, los “rehabilitadores”, que consideran el edificio como algo vivo: la arquitectura para las personas.
La REHABILITACIÓN, como una intervención funcionalista para cualquier tipo de edificios; también con tres aspectos básicos: importancia de la función en la arquitectura; asegurar el uso, nuevo o antiguo (utilitas), la durabilidad (firmitas) y el aspecto (venustas); empleo de técnicas antiguas o actuales.
En la actualidad, la polémica ha empezado a difuminarse al comprender que al intervenir en un edificio hay que tratar de conservar y mejorar todos sus valores, tanto los histórico-artísticos como los funcionales, sin olvidar la integridad del propio edificio y cada una de sus partes. Por ello, al ntervenir en un edificio debemos actuar, simultáneamente, en tres frentes; RESTAURAR sus valores histórico-artísticos, REHABILITAR su funcionalidad, REPARAR su integridad. Veamos sucintamente estos tres frentes de actuación.
RESTAURAR. Todos los edificios con cierta antigüedad pueden tener algún valor histórico (el propio edificio, las personas que han vivido en él, los acontecimientos que han ocurrido, el contexto social y costumbrista, etc.) y un valor artístico (la tipología, el estilo, la composición formal, los lementos decorativos, la solución técnica, etc.). En todos aquellos declarados BIC Bien de Interés Cultural) hay que recuperar estos valores, y lo mismo se debe hacer en todos los que se puedan considerar de interés o protegidos por alguna norma local. Si nos fijamos en la 2ª acepción del Diccionario de la Lengua Española, (Reparar, renovar o volver a poner algo en el estado o estimación que antes tenía) a esta recuperación la podemos llamar RESTAURACIÓN.
REHABILITAR. Los edificios se diseñan y construyen para ser utilizados con una determinada habitabilidad. Si se dejan de usar, pierden su antenimiento y se deterioran. Por otra parte, muchos edificios cambian de uso y deben adaptarse a la nueva habitabilidad. Asimismo, los edificios se encuentran en un contexto geográfico que les condiciona y que hay que tener en cuenta también en la intervención. Por ello, al intervenir en un edificio hay que decidir su función, nueva o recuperada, para asegurar la continuidad de su mantenimiento. En este sentido, de acuerdo con la definición del diccionario (Habilitar de nuevo o restituir a alguien o algo a su antiguo estado), podemos denominar a esta faceta de la intervención una REHABILITACIÓN.
REPARAR. Por lo general, cuando se interviene en un edificio es porque existe algún problema estructural o constructivo (patología) que hay que resolver (consolidar, recalzar, reestructurar, reconstruir, etc.), o porque la nueva función requiere otros requerimiento técnicos, bien estructurales o de acondicionamiento, que hay que implementar (refuerzos, nuevas instalaciones, protecciones exteriores, etc.). Para este aspecto de la intervención podemos utilizar el término genérico de REPARACIÓN, que el diccionario, en sus dos primeras acepciones, define como 1. Arreglar algo que está roto o estropeado; 2. Enmendar, corregir o remediar.
En definitiva. Lo importante es ser conscientes de que la intervención en un edificio debe ser lo más completa posible y asegurar la recuperación o la continuidad de todos sus valores, los histórico-artísticos que tenga, y los funcionales, además de asegurar su estabilidad e integridad. Por tanto, hay que restaurar, rehabilitar y reparar a la vez. Según el tipo de edificio y su estado, unas veces tendrá más peso la restauración, otras la rehabilitación y otras la reparación, pero debemos alcanzar un equilibrio “a tres bandas” para que la intervención sea coherente.
Dr. Arquitecto, Profesor Emérito en la Escuela T. S. de Arquitectura, Universidad Politécnica de Madrid. Premio al mejor libro de texto de la Fundación General de la UPM (Universidad Politécnica de Madrid – 1995).