Cuando vamos a intervenir en un edificio ya construido, lo primero que tenemos que comprobar es que su apoyo sobre el terreno es el adecuado y admite todas las cargas y sobrecargas que va a transmitir el edificio, tanto las actuales como las futuras después de la intervención; y todo ello de acuerdo con la normativa vigente.
Los síntomas más claros de mal funcionamiento de esta unión suelo-edificio son:
La adecuación de esta unión depende, lógicamente, de los dos elementos constructivos que intervienen: el propio terreno y la cimentación. El terreno, si resulta necesario, se puede reforzar para mejorar su resistencia. La cimentación, si es escasa, se puede ampliar o recalzar para asegurar la transmisión de las cargas según la resistencia final del terreno.
Hay numerosas publicaciones que describen las técnicas de comprobación de la cimentación y del terreno, así como las diversas soluciones que permiten reforzar ambos elementos, además del DB-SE-C, del CTE1. En este breve texto me limitaré a hacer un repaso de los sistemas de refuerzo y recalce más corrientes, indicando su uso.
Existen una serie de técnicas para mejorar esta resistencia, que dependen de la deficiencia que presente el terreno sobre el que está el edificio, lo cual se debe diagnosticar adecuadamente. Las más corrientes son:
a. Inyección de aglomerantes hidráulicos. Rellenan huecos y fisuras del terreno, especialmente debajo de las zapatas existentes, mejorando la resistencia y compacidad y reduciendo la deformabilidad y, de algún modo, la permeabilidad. Suelen utilizarse cementos de alta consistencia que comprimen y compactan. Se pueden usar también en terreno rocoso.
b. Inyección de alta presión (“jet grouting”). Formación de columnas cilíndricas de suelo-cemento o de lechada de cemento por debajo de la cimentación existente.
c. Armado del terreno. Introducción de barras de acero en la zona de influencia de las zapatas; tiene poco uso.
d. Contención de terreno bajo zapata mediante tablestacas. Absorbe empujes horizontales, mejorando la resistencia a compresión.
e. Inyección de resinas (poliuretano, geles de silicato, etc.). Las resinas se expanden y rellenan huecos, mejorando la resistencia y reduciendo, además, la permeabilidad y, por tanto, la ascensión capilar.
f. Drenajes del terreno, para facilitar el movimiento del agua freática o infiltrada y reducir también la capilaridad y los empujes.
En cualquier caso, hay que evitar el uso de técnicas de compactación por vibración, que pueden afectar negativamente al edificio existente.
– Superficie y armadura necesarias para transmitir la carga al terreno.
– Mantener su integridad, teniendo en cuenta la posible agresividad del suelo.
En el diagnóstico previo se deben indicar los posibles defectos, a saber:
– Profundidad escasa, que no permite llegar a un terreno adecuado.
– Tamaño insuficiente para la resistencia del terreno; suele ser corriente en cimentaciones antiguas de fábrica (“cal y canto”).
– Armadura insuficiente, si se trata de una zapata flexible.
– Localización ocasional de borde, por desaparición del edificio vecino.
– Material no adecuado a la agresividad del terreno.
A partir del diagnóstico, y teniendo en cuenta las características del terreno en que apoya, se podrán utilizar una serie de técnicas de mejora, de las cuales las más utilizadas son:
A. Recalce. Trata de asegurar el apoyo en terreno firme. Varias opciones:
– Hormigonado inferior por bataches, con o sin armadura, cuando el firme está a poca distancia.
– Pozos, con encofrado de ladrillo o de tubo de fibrocemento, para profundidades de hasta 3,5m
– Micropilotes, por uno o por ambos lados, incluso cruzados, cuando se debe profundizar más de 2m.
Estas opciones pueden utilizarse también para excavar nuevos sótanos.
B. Ampliación de superficie. Pretende alcanzar la superficie necesaria según la resistencia del terreno, añadiendo armadura, si cabe. También aparecen varias opciones:
– Perimetral, aunque sea en dos lados opuestos, especialmente en zapatas corridas; hay que asegurar la unión a la zapata original por rugosidad o por cosido con armaduras.
– Superior, con una especie de puente que conecta la ampliación perimetral o lateral en zapatas corridas. El puente puede realizarse con perfiles metálicos.
– Inferior, como un recalce que amplía la superficie; por bataches en zapatas corridas.
C. Sustitución, cuando la zapata existente se deteriora por la agresividad del terreno. La nueva zapata se puede realizar mediante alguna de las técnicas de los puntos anteriores.
D. Contención lateral, para absorber empujes horizontales. Dos opciones:
– Zapatas de borde. Ejecución de un murete de contención de altura suficiente. Se puede utilizar también para excavar nuevos sótanos, ejecutando muros altos (“pantallas” o micropilotes)
– Muros de contención. Para evitar el vuelco del muro; varias alternativas:
o Anclaje horizontal del muro, mediante barras o cables con bulbo de retención.
o Anclaje vertical de la zapata del muro mediante micropilotes.
o Nuevo muro, colocado por el interior, con zapata suficiente para absorber los empujes.
Dr. Arquitecto, Profesor Emérito en la Escuela T. S. de Arquitectura, Universidad Politécnica de Madrid. Premio al mejor libro de texto de la Fundación General de la UPM (Universidad Politécnica de Madrid – 1995).
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