Tal y como refleja la introducción de la serie de informes Sostenibilidad XL editada por Green Building Council España (GBCe), “España inició el año 2020 con 26 millones de viviendas, ocupando 977 millones de m2 construidos y otros 679 millones de m2 construidos no residenciales, responsables del 40% de las emisiones de CO2 y del 30% del consumo energético; y con la obligación de reducir sus emisiones en un 55% y su consumo energético un 40% para 2030. El sector al completo debe transitar muy rápidamente hacia otro modelo muy distinto del llevado a la práctica en el periodo 1990-2010”.
El sistema económico actual, que podemos identificar como de “economía lineal” en contraposición del modelo de “economía circular”, se desarrolla bajo el supuesto de una oferta constante y viable de recursos naturales. Se trata de un sistema ineficiente e insostenible en el tiempo consistente en “extraer, fabricar, usar y tirar” fundamentándose en dos grandes principios: crecimiento económico permanente y un consumo constante. El campo de la edificación no es ajeno a este modelo, sino que, bien por el contrario, es un claro ejemplo de los resultados del mismo. Algunos datos pueden ayudar a reflejar esto:
A nivel nacional con el fin de impulsar la transición hacia un modelo de economía circular en España, existe desde 2020 la Estrategia española de Economía Circular, detectando el sector de la construcción y demolición como uno de los sectores prioritarios de actuación. Existe también el Plan Estatal Marco de Gestión de Residuos (PEMAR) 2016-2022 así como la ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular. Ambos tienen como objetivos primordiales la regulación de la gestión de los residuos impulsando medidas para prevenir su generación y mitigar los impactos adversos sobre la salud humana y el medioambiente.
En el sector de la edificación el concepto de economía circular se suele relacionar directamente con los residuos y los productos, pero el concepto va más allá. Debemos proyectar y mantener nuestros edificios pensando en el ciclo vital del edificio. Esta concepción, entre otras estrategias, considera que los materiales y sistemas constructivos sigan los criterios de ‘diseño para el desmontaje’. Ya sea que se trate de un edificio de nueva construcción o existente, es posible entender al edificio como un banco de materiales.
Como comenta el Informe sobre Economía Circular de GBCe, actualmente el sector de la edificación no ha sido capaz de interiorizar el modelo de edificios desmontables ni de aprovechar las ventajas económicas de una puesta en práctica de la demolición selectiva, lo cual dificulta la reutilización de los componentes, y convierte la mayoría de los materiales que conforman un edificio en residuos al final de su uso.
Soluciones que permitan un desmontaje sin residuos o diseñar mediante sistemas más que en materiales, pensar en integrar el mantenimiento en el proceso, además de aplicar productos con el mínimo impacto medioambiental y social (con menor energía embebida, pero también promoviendo empresas locales que ayudan a la economía circular de una ciudad) son aspectos para integrar en la arquitectura.
Algunos expertos nos dicen que para lograr que el parque inmobiliario cumpla con estos objetivos de reducir la dependencia del carbono en todas sus fases, los Estados miembros de la UE deberán implementar regulaciones cada vez más estrictas en el sector de la edificación. En este contexto, no todos los edificios estarán preparados para afrontar estos cambios, entrando en una obsolescencia prematura o lo que se conoce como obsolescencia por carbonización. Este hecho los convierte en “activos varados” o “activos obsoletos” como lo define el Climate Risk Real Estate Monitor (CRREM). Por esta razón, tanto los Estados miembros de la UE como los inversores, han de trazar un plan a corto (2030), mediano (2040) y largo plazo (2050).
Para poder hacer una valoración de los impactos ambientales producidas por cada fase de proyecto, existen hoy en día diferentes softwares (One Click o EC3 Tool) que incluyen el Análisis del Ciclo de Vida (LCA) y la huella de carbono como indicadores medibles que nos ayudan para elaborar estrategias de descarbonización en edificios.
Para integrar el concepto de economía circular en el sector debemos abordar esta en distintos niveles. En realidad, ciudades y edificios deben integrar sus principios y asumir estrategias para la transición. Debemos incluir el modelo en todo el ciclo de vida, es decir, en todas las etapas del sistema. En ella la vida y el mantenimiento del edificio es clave, abriendo la puerta a conceptos como la sustitución o demolición selectiva. No todo en un edificio tiene la misma duración. Sobre esto, el escritor Stewart Brand en su libro ‘How Buildings Learn: What Happens After They’re Built’, dividió el edificio en distintas partes asignándole a cada una de ellas su vida útil. Diseñar y mantener los edificios basándonos en estos principios merece la pena, no solo por la contribución al medio que producimos, sino por los ahorros a largo plazo que ello puede suponer.
Dr. Arquitecto, Profesor de la ETS de Arquitectura de Valencia. Subdirector del Departamento de Urbanismo. Director académico del Máster en «Sistemas de Información Geográfica aplicados a la Ordenación del Territorio, el Urbanismo y el Paisaje» (UPV) y del Diploma de Especialización en «Rehabilitación y Regeneración Urbana» (UPV-IVE-GV).
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